Quizás lo más complejo de la rabia tiene relación con lo destructiva que es, tanto para el que la siente, como para aquellos que la reciben, además es una de las emociones más difícil de controlar y aquellos que la sentimos sabemos que si se gatilla el piloto automático de la ira es muy difícil pararlo, de hecho una vez que se vive la pataleta y llega gradualmente la calma, cuando se hace la evaluación de daños generalmente, hemos dejados más heridos o heridas más terribles de las que pensábamos. Si ha esto le sumamos rabia y unas cuantas cosas no resueltas con el otro, o sea de verdad la lengua puede ser un látigo, pistola y hasta bomba nuclear.
Es extraña esta emoción, de hecho existen dos grandes mitos opuestos sobre la rabia. Una postura plantea que la rabia es una emoción dañina que no debe expresarse. El otro mito sostiene que la rabia es una emoción "deseable" que debe ser experimentada y manifestada. Así se ha generado la creencia que si no manifestamos la rabia que sentimos, no estamos siendo honestos con nosotros mismos. frente a esto cada vez estoy más convencida que el tema no es no expresarla, sino poder expresarla sin obnubilarse. Sin embargo, aquellos que sentimos la rabia como un estado emocional permanente, sabemos que el control de la misma, de verdad requiere un esfuerzo importante, quizás por que definitivamente uno se a vuelto adicto a esta emoción.
Hay teorías que plantean que cuando vivimos un estado emocional determinado (en el cuerpo o en la mente) instantáneamente, el hipotálamo libera proteínas en la sangre, éstas van recorriendo todo el cuerpo. Cada célula del cuerpo posee una membrana con receptores que se abren a la espera de estas proteínas. Una vez que se produce el encuentro ambas se acoplan, enviando una señal a la célula provocando la "emoción" o el "estado emocional" correspondiente. La célula es afectada de muchas formas, esta cascada de sucesos bioquímicos provocan cambios en el núcleo de la misma, regenerándola, alterándola o destruyéndola.
La "adicción" a las emociones se hace presente creando sustancias que logren calmar el apetito bioquímico de nuestras células creando situaciones que cubran nuestras necesidades químicas. Es claro, que si no logramos controlar nuestro estado emocional, es probable que exista una adicción al mismo.
Si todos los días bombardeamos las células con la misma actitud y la misma química continuamente, cuando esa célula se divida, creará una célula hija con mayor cantidad de receptores de membrana para ese estado emocional y no habrá suficiente lugar para los minerales, nutrientes, intercambio de fluidos o eliminación de toxinas.
Todo comienza en la célula, pero esta recibe la señal del y desde el cerebro. Los receptores de membrana de cada célula van cambiando su "sensibilidad" según los mensajes recibidos.
El hecho es que cuando nos dejamos llevar por la ira u otra emoción negativa, somos incapaces, excepto en muy raros casos, de razonar como lo hacemos habitualmente.